¿Por qué hacemos cosas tontas, que sabemos que lamentaremos? Podría ser algo en apariencia inofensivo, como: discretamente comer algo que no debemos incluir en nuestra dieta. O enviar un mensaje ofensivo -al calor de la ira-, y que requerirá una disculpa posterior de nosotros.
O podría ser algo más grande, como tener una aventura o recaer en las drogas. Resulta que además de tu responsabilidad hay algo que la ciencia puede explicar. Aquí te revelo tres razones por las que hacemos cosas tontas.
Todos hacemos cosas que sabemos no deberíamos. Como comer completa una bolsa grande de M&Ms, cuando estamos estresados. Pedir “sólo una copa más”. Dormir con los ex. Hacerse un tatuaje del sándwich doble de KFC (esto sucedió realmente).
Hay incluso una ciudad entera basada en el conocimiento de que vamos a hacer cosas estúpidas:
“Lo que pasa en Las Vegas se queda en Las Vegas”.
Hoy vamos a hablar de tres razones por las que hacemos cosas tontas. Incluso con nuestros 5 sentidos funcionando, o con nuestro sentido común gritando “Nooooooooo!”
1 – Dos tipos de placer
A partir de un documento de 2007, publicado en la revista especializada Psychopharmacology. Nos llega la idea de que en realidad hay dos tipos de placer.
El primer tipo es la forma en que por lo general pensamos en el placer: Un estado de satisfacción feliz. Por ejemplo, obtenemos este tipo de placer de una buena comida, el sexo, o desde el primer trago cuando estamos muy, muy sedientos. Podríamos llamar a este placer “gusto”.
Pero resulta que hay un segundo tipo de placer:
El placer de llevar a cabo algo, la emoción, la anticipación, la seducción, o la fuerte sensación cuando sabes que tienes algo. Llamaremos a este placer “querer o deseo”.
En otras palabras, generalmente pensamos en el placer de “gusto”; como Julia Roberts en Eat Pray Love: Enamorarse, comer helado, esa sensación de satisfacción, relajación y sentirse amado y seguro. Sin embargo, el placer de “querer o deseo” es más al estilo de Vince Vaughn en Swingers; que es la emoción de la persecución y una sensación de electricidad por deseo.
Y es esta segunda clase de placer -la emoción de persecución-, la que nos ayuda a hacer tantas cosas estúpidas. Incluso cuando sabemos que no habrá ningún placer por “gusto” y nos lamentaremos por la mañana, lo hacemos de todos modos.
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Dopamina: Una clave en el comportamiento adictivo
El ejemplo más claro de esto es el uso de drogas. La cocaína y la metanfetamina, en particular, son conocidas por causar un cortocircuito en el sistema de la dopamina en el cerebro. Que está muy involucrado en el placer de “querer o deseo”.
Con el tiempo, en los que tienen la correcta combinación de la predisposición y la experiencia. Las drogas que se utilizan de manera voluntaria y ocasional – pasan de ser a usadas de una manera irresistiblemente compulsiva. El sistema “quiero o deseo” crea un deseo irresistible que hace que los adictos busquen cruzar un límite tras otro. Incluso si se les hace sentir mal o les cuesta su salud y relaciones personales o trabajo.
La dopamina también desempeña un papel en conductas compulsivas no farmacológicas. Como el apostar más allá de lo que podemos ganar, los atracones, o la adicción sexual. Aun cuando sabes que te odiarás a ti mismo más tarde, el “querer o deseo” puede ser tan fuerte que es innegable.
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2 – La privación, represión, y la obsesión
Cualquiera que haya estado en una mala dieta conoce el efecto de la privación: no sólo nos pone frustrados, nos vuelve obsesivos. En 1945 el famoso Experimento de Minnesota del Hambre; que fue dirigido para determinar las prácticas de alivio de hambre después de la Segunda Guerra Mundial. Voluntarios sanos fueron casi privados de alimento durante 6 meses con una dieta de alrededor de 1500 calorías al día. ¿El resultado? No sólo se volvieron apáticos, irritables, y agotados, por no mencionar débiles y demacrados, también se obsesionaron con la comida. Los participantes pensaban en la comida 24/7 – leían obsesivamente libros de cocina y se quedaban mirando imágenes de alimentos.
En una entrevista con uno de los participantes sesenta años más tarde. Expresó:
“La comida se convirtió en el centro y en la única realidad de uno. Y la vida se vuelve bastante aburrida si solo hay una cosa. Es decir, si ibas a ver una película, no estabas particularmente interesado en las escenas de amor. Sino que, de verdad notabas cada vez que comían y lo que comían”.
Incluso después de que el estudio había terminado y que ya se encontraban en un peso saludable. Los participantes informaron que se sentían tan hambrientos que no podían comer lo suficiente. Una vez realizado el estudio, comieron un promedio de 5,000 calorías al día, a veces superando a las más de 10,000 calorías.
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Privación Autoimpuesta
Entonces, ¿qué significa esto en la privación autoimpuesta? Si eres duro contigo mismo y te pones como objetivo algunas limitaciones fuertes:
Eliminar todo el azúcar, drásticamente reducir el gasto, hacer ejercicio excesivamente, o apegarte a una dieta demasiado estricta, la privación repentina podría hacerte implorar por tu “fruta prohibida”.
Pero espera, se pone peor. Cuando intentas suprimir ese deseo, se hace más fuerte. ¿Por qué? La supresión es como tratar de mantener una pelota de playa bajo el agua. No sólo son los pensamientos justo debajo de la superficie, sino que una vez que el esfuerzo que se va desgastando. Van surgiendo sentimientos o pensamientos de venganza, lo que te lleva a hacer exactamente lo que estabas tratando de no hacer. Y luego, una vez que tienes un desliz, te conduce a…
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3 – El efecto: “¿Qué demonios!!!”
Así que una vez que -accidentalmente o a propósito- comemos los restos de galletas de nuestros hijos. E internamente decimos -pero habrían ido a la basura! Lo cual es el efecto “¿Qué demonios!!!” entrando en acción, es la ruptura de la inhibición que causa una fuga.
Las migajas nos conducen a toda una galleta, porque entonces… ya lo arruinamos, así que porque no disfrutar por completo, ¿verdad? Una galleta puede conducir a una bolsa completa y terminamos con un dolor de estómago. Y un caso grave de odio o culpa para con nosotros. Es como un efecto bola de nieve que desencadena en algo descontrolado. Que puede llevar por ejemplo, a alguien que sabe que es pre-diabético o diabético, a consumir el azúcar que debería haber distribuido en varios días.
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Mientras que la comida puede ser un ejemplo clásico, cualquier cosa de la que nos privemos en el nombre de la superación personal:
Menos tiempo frente a la pantalla, el gasto, el azúcar – invita a caer en el efecto “¿Qué demonios!!!”. Incluso un poco de comportamiento criminal puede llevarnos a este efecto bola de nieve:
“No pasó nada al robar un paquete de chicles, así que puedo continuar con cosas más grandes!”
Hay miles de razones por las que hacemos cosas estúpidas. ¿Cuál ha sido la tuya? Recuerda que puedes compartir tus ideas de forma anónima en los comentarios. Puedes colocar otro nombre y tu email nunca será público. No olvides seguirme por redes sociales.
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