¿Enfermo/a de culpa? ¿Cansado de sentir nervios, o un nudo en la garganta para: tomar la palabra o hacer lo que necesitas? En esta ocasión te presento 4 consejos para hacer frente a tus miedos.
Hace poco escribí sobre la evitación: soluciones elaboradas que llevamos a cabo a alejarnos de nuestros miedos y éste artículo es una continuación.
No importa lo que evitemos, la gimnasia emocional es agotadora y, a largo plazo, ni siquiera funciona.
¿Qué hacer? Bien pues ahora cubriré esos 4 consejos de los que habla el título para que plantes cara al monstruo que temes, y vivas sin miedo.
Hacer frente a tus miedos 1: Mantén la película en reproducción
Cada uno de nosotros tiene un temido momento imaginario, en el que nos “infartamos”. Por ejemplo, si eres tímido ante la cámara, es posible que te preocupes de hacer el ridículo en un vídeo. Y luego lo encuentres en la web, con cientos de comentarios que confirman tu ridiculez. O si tienes miedo del conflicto, puedes imaginarte a ti mismo/a sin convicción tratando de hacerte valer – y luego echándote a llorar, o triste y tirado en cama.
Sea cual sea tu miedo, no presiones “pausa” en tu historia de terror imaginado el peor momento posible. En vez de eso, mantén la película en reproducción hasta que te sientas seguro/a. Tal vez tu mortificante vídeo en la web se desvanezca en el olvido de Internet – o incluso sea mejor, la brillantez/calidad/ideas/humor de tu video podría ensombrecer a otros. O tal vez tu “angustiado” argumento de pie a una conversación real, en la cual puedes esclarecer ese miedo irracional.
En pocas palabras, cualquier cosa que imagines como tu miedo, presiona “avanzar” hasta el peor de los casos y busca una conclusión segura. Te sentirás mejor preparado/a para manejar lo peor (que, por cierto, probablemente nunca sucederá.)
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Hacer frente a tus miedos 2: Cánsate de tener miedo y ponte disponible
Eventualmente, nos cansamos de tener miedo. Así que cuando te sientas harto/a de frenarte a ti mismo, haz un giro de 180 con tu disponibilidad.
Estar dispuesto a estar detrás de ese podio, subir al avión, pedir un aumento, o hacer lo que sea que temes. Tu disposición es mutuamente excluyente de tu miedo – puedes argumentar incluso que tienes un miedo “tonto” y aún así digerirlo un poco y estar dispuesto a decirle a tu miedo, “Dame tu mejor golpe” ¡Estarás listo, y por lo tanto dispuesto/a!
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Hacer frente a tus miedos 3: Colócalo sobre el papel, después vuelve a refutarlo
Tanto si llevas un diario o no, este consejo es para ti. En primer lugar, anota lo que temes. Bueno, está bien – quizá al principio hagas cientos de marcas de picotazos como un pájaro con el lápiz, y luego escribas lo que temes – Escribe la idea que da vueltas en tu cabeza:
“He desperdiciado mi vida”, “Nadie me quiere”, “Todo el mundo cree que soy un idiota”. Cualquiera cosa que tu mente te esté gritando, sácalo de tu cabeza y colócalo sobre el papel.
Al cabo de unos días, vuelve y mira por encima de lo que has escrito. A la luz del día, algunos de tus miedos puede parecer francamente melodramáticos. O tal vez te darás cuenta de que son retorcidas opiniones de otra persona como por ejemplo una pareja abusiva, padres y personas frías, o el abusivo de tus días de escuela. Es el pensamiento de ellos, pero tal vez tú lo has interiorizado lo largo de los años, en Gestalt lo llamamos “Introyecto”.
A continuación, escribe una refutación a tu miedo. (Nota: la primera vez que intentes esto, probablemente no serás capaz de pensar en nada – pero sigue intentando.) Escribe lo que diría tu mejor fan. Deja que tu abogado de defensa interna construya un argumento. Anota todas las pruebas que debilitan a ese miedo, aunque creas que no deberían contar. A continuación, aclara y repite. Escribe una reserva de contra-pensamientos a los que puedas acudir la próxima vez que tu miedo quiera salir.
Sin embargo, si no puedes hacer frente a pensamientos como: “soy un bueno para nada” y otros miedos, o si no se te ocurre ninguna evidencia de lo contrario, toma tu cuaderno lleno de “picotazos” de lápiz y llévalo con un terapeuta que te agrade y le tengas confianza. Éste te ayudará a poner luz sobre esos miedos – y te garantizo que descubrirás que no son tan fuertes como piensas.
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Consejo 4: Enfrenta tu miedo en pequeños bocados
No tienes que saltar con ambos pies. ¿Recuerdas a Bruno del artículo sobre la evitación? Su temor era el contacto social, si le pedimos que enfrente su miedo, él (muy probablemente) no va a estallar de felicidad al entrar por la puerta de su próxima fiesta con una gran sonrisa y agitando las manos.
Por el contrario, hacer frente a los temores significa que puedes comenzar con pequeños pasos. Antes de su próxima fiesta, Bruno podría planificar una pequeña meta social, “tamaño bocado” que no le haga “sentirse pequeño”. Podría planificar… preguntar a un compañero de trabajo específico por sus recientes vacaciones, preguntarle al chico nuevo cómo se va ajustando, o sonreír y saludar a 3 personas.
Para tu propia versión, si sabes en lo profundo de tu ser que no vas a lograr tu objetivo “tamaño bocado” entonces, no has bajado la apuesta lo suficiente. Redúcela a dos personas, o una. Cuando ese nudo en la garganta se libere mágicamente, sabrás que has hecho la apuesta lo suficientemente pequeña y por tanto será beneficiosa.
Entonces, después de haber logrado tu pequeñísimo objetivo, date unas palmaditas en la espalda y haz algo un poco más grande. Bruno está poco a poco reprogramando la parte de su cerebro que le grita “Ni siquiera te molestes en intentarlo!”. Tal vez nunca decida bailar en la barra, pero está bien. El objetivo de hacer frente a tu miedo es no cambiar tu personalidad, es para ayudarte a ser más flexible y más cómodo siendo tú mismo. Con la práctica y el tiempo, también podrás reprogramar ese pensamiento equivalente en tu cerebro.
Nota: Al hacer frente a tus miedos, sobre todo al principio, se sentirá raro o mal. No se trata de un paseo relajante. Pero poco a poco, transformarás tu miedo en confianza.
Y lo curioso es que en el momento, no te darás cuenta de que el cambio está ocurriendo. En su lugar, mirarás hacia atrás y te darás cuenta de lo lejos que has llegado. Te encontrarás haciendo lo que sea que temías sin pensarlo. Y entonces sabrás que el nudo en la garganta se habrá desatado.
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