He escuchado a muchas personas hablar de que muchas de sus malas acciones han sido causa de buenas intenciones. Así que la pregunta es: ¿Cómo vamos a saber si nuestras acciones son buenas?  Acaso, ¿Hay acciones que son indiscutiblemente malas o buenas? En vez de entrar en una pesada discusión filosófica acerca de por qué el bien y el mal son infinitamente uno mismo, inseparables, y construcciones transitorias del colectivo, continuaré con algunas reflexiones que ayuden a que tus buenas intenciones se manifiesten en buenas acciones.

En relación a las intenciones, desde mi experiencia como terapeuta nunca he conocido a una persona mala o malvada. Aunque he conocido a muchas personas que han tenido malas conductas (ya sea físicas, sociales, o emocionalmente destructivas). Frecuentemente existe una buena intención detrás de una mala conducta y esto resulta ser parte de un mecanismo personal para sanar el sufrimiento propio. Este: “tratar de sanar el sufrimiento” es una buena intención, pero frecuentemente se hace sufrir a otros en el camino, lo que trae problemas.

A lo largo de la historia, las personas siempre han tenido la buena intención de difundir las enseñanzas de su religión, o pensamiento que han sido útiles para ellos, hasta aquí es una maravillosa y positiva intención. Sin embargo, a lo largo de la historia el genocidio, la guerra, la esclavitud, etc… han sido el resultado de buenas intenciones que utilizaron comportamientos reprobables.

Entonces, ¿Qué conexión se ha roto para que las buenas intenciones lleguen a un mal comportamiento?

Debemos dejar que nuestra acción se guíe por la comprensión, la compasión y la empatía, y necesitaremos la humildad para eso.

Si tenemos la buena intención de ayudar a una persona, primero debemos entender de qué manera esa persona se sentiría como resultado de nuestra “ayuda”. Sin esta comprensión, es muy posible que no estuviéramos ayudando en absoluto.

La gente a menudo se describe la empatía como “ponerse en los zapatos de otra persona”, esto es muy útil en la simplicidad de la declaración, y el punto es que la mayoría debemos pensar en cómo el otro reaccionaría a nuestras acciones.

El problema con esta definición de empatía es que las intenciones resultantes serán el reflejo de nuestro ego. Nuestros egos son nuestras opiniones, el sentido del yo permanente, creencias, pensamientos, personalidades, etc. Por ejemplo, si te pregunto quién es alguna persona, tu respuesta estaría basada en términos de tu propio ego.

Aquí es donde la humildad se convierte en un ingrediente clave para deducir si una acción es buena. Tenemos que ser lo suficientemente humildes para reconocer que no sabemos definitivamente qué sirve sin la recopilación de información a partir del momento.

Simplemente con la participación de una situación con la aceptación pura… una aceptación que esté ausente de los juicios, creencias, opiniones, de tu ego etc. Solo así se puede ofrecer la verdadera empatía. Se puede saber cómo se sienten, y que ellos se oponen a que simplemente sepas cómo te sentirías si fueras ellos.

En vez de evaluar como “bueno” o “malo” usa tus sentimientos. Después de la acción ¿se siente bien?

Razonar puede ser una manera muy útil de tratar de entender el mundo, aunque no siempre es la mejor herramienta para descifrar entre el bien y el mal. Muchas de las acciones más terribles que han sido desarrolladas por los seres humanos se han justificado con “me suena lógico”

El punto es que no se puede realmente ayudar a otra persona sin entenderla y para saber si va a recibir sus acciones como “buenas” o de ayuda, eso requiere que ofrezcas a esa persona verdadera empatía.

Para conocer verdaderamente a otra persona primero debemos conocernos a nosotros mismos. La comprensión y la aceptación de nuestro ser auténtico es un paso necesario en el camino para ser empáticos. Después conviene equilibrar su orgullo con la humildad.

El concepto de ser “buenos” nos obliga a ser abiertos y comprometidos con el momento actual, en lugar de bloquear el crecimiento y la compresión de los otros con nuestros principios y creencias.

Esto puede ser difícil de hacer en la práctica diaria y tal vez debería ser un objetivo de toda la vida. Sobre todo si tu objetivo es encontrar la verdadera paz a través de la aceptación.

“El mundo es como es, no como debería ser… Deberíamos comprenderlo en lugar de cuestionarlo”

Facundo Cabral

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